MERANO: DE LA TRADICIÓN A LA PASIÓN
«Si te das prisa, tendrás luz de sobra», piensa Aaron mientras sube con rapidez por las praderas de Muta con una pequeña mochila a los hombros. «Bueno, si te das prisa y si te organizas».
Hay mucho que hacer en Merano durante el otoño. Es por las manzanas: es la época en la que maduran, en la que se recolectan de los árboles y se convierten en zumo, sidra, pasteles, tartaletas de manzana o incluso se comen tal cual, algo que no debería subestimarse, porque son unas manzanas deliciosas. «Eso también nos define», se dice Aaron a sí mismo. «Incluso esto, esta labor humilde que se hace con las manos, es parte de nuestra cultura, de lo que nos hace ser quienes somos».
Tras un día de trabajo ayudando a su amigo Daniel, que colabora con la cosecha, Aaron ha sacado tiempo para hacer una excursión y volar por sus montañas natales, aprovechando los últimos resquicios del día. Abajo, en el fondo del valle, los árboles frutales se revelan como nítidas hileras. «No, no me gustaría pertenecer a ningún otro lugar», murmura Aaron para sí, mientras vuela hacia casa.





