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Heidi from the mountains

Hacia rutas salvajes en las islas Lofoten

#SALEWAFACES

«Menudo silencio», es lo que habría dicho hace dos semanas. Pero ya no oigo ese silencio. Oigo el océano murmurando suavemente a 700 metros bajo mis pies. Oigo a las gaviotas chillar y pelearse. Oigo una suave brisa a lo lejos acariciando la hierba que rodea nuestra tienda. Es como un concierto de lo más majestuoso, dirigido por el mejor artista de nuestro planeta: la naturaleza.

Durante las últimas dos semanas, mi hermana y yo hemos tenido la suerte de vivir en este lugar tan maravilloso. Es nuestra cocina, nuestro dormitorio, nuestro salón, nuestro baño, nuestro gimnasio y, lo más importante: nuestra aula. Es donde aprendemos paso a paso quiénes somos, lo que necesitamos de verdad y lo que nos hace felices; y donde rápidamente hemos aprendido lo que no necesitamos tanto.

El tiempo es una de las cosas que hemos descubierto que no «necesitamos». No tengo ni idea de qué día o qué hora es. La única manera que tenemos de saber si se va haciendo tarde es cuando el sol se acerca al horizonte. Pero cuando debería ponerse, coge una curva y vuelve a subir. Ahora mismo estamos viviendo el sol de medianoche sobre el círculo polar ártico, en las islas Lofoten, al norte de Noruega. Esto significa que, cuando hace bueno, nunca se hace de noche y que el sol brilla las 24 horas del día.

Lofoten siempre ha ocupado uno de los primeros puestos en nuestra lista. El día que vimos que por fin podríamos visitar las islas, supimos que queríamos vivir una aventura auténtica y explorarlas a fondo. Así tomamos la decisión de recorrer los 200 km que van del norte al sur de las islas, durmiendo en nuestra tienda y viviendo de manera totalmente independiente. Viajar así nos da la libertad de elegir las rutas y el ritmo que queremos llevar, así como la opción de olvidarnos del tiempo.

Si las comparamos con otros lugares del norte, las islas Lofoten gozan de unas temperaturas bastante estables y de un clima templado, uno de los principales motivos por los que decidimos tomar este rumbo. Otro de los motivos por los que quisimos visitar Lofoten fue la increíble belleza de la zona: la unión entre el océano y la tierra, entre empinadas y afiladas montañas y aguas de color turquesa. Si observas las playas de este lugar e ignoras la temperatura y el frío viento que sopla del polo norte, podrías pensar perfectamente que estás en Hawái o Nueva Zelanda. Una combinación que hace que estas islas sean un auténtico paraíso para los senderistas en verano y para los esquiadores en invierno.

Hacer excursiones de más de diez horas al día y desconectar del mundo es como vivir en una burbuja; en una burbuja preciosa.
Es una manera increíble de conectar contigo mismo y de explorar tus pensamientos a fondo, sin distracciones de ningún tipo. Llevamos los teléfonos apagados la mayor parte del tiempo y la vida es sencilla. Mi hermana y yo nos conocemos al dedillo, y vamos muy a gusto andando uno al lado del otro durante horas sin tener que pronunciar ni una palabra.

Pero, de repente, mi hermana abre la boca. Su voz suena alta y encaja a la perfección en este majestuoso concierto de la naturaleza que estoy escuchando. Oigo sus palabras tirado en la tienda mientras escribo estas líneas; las palabras más bonitas que uno puede escuchar tras un largo día en las montañas: «¡La pasta está lista!».

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