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FEDERICA MINGOLLA

SER ATLETA, MUJER Y GUÍA

#ATHLETESTORY

Federica Mingolla sabe de sobra que ser una atleta profesional, una guía de montaña y una mujer joven y llena de entusiasmo requiere una gran flexibilidad mental y capacidad de adaptación. Y, a veces, también requiere alcanzar un acuerdo.

Hablamos de acuerdos y de compromisos, una especie de contratos espirituales con los que sacrificamos una parte de nosotros por el bien de alguien o de algo. El punto medio entre «dar algo» y «recibir otra cosa a cambio». Ese intercambio, como tal, puede ser ventajoso o no. «Compromiso» significa, literalmente, «obligarse juntos».
Es un concepto que se usa para hablar de las relaciones, el trabajo y la familia. Para algunos, alcanzar un compromiso significa desvirtuar la esencia de tu alma en favor de una cosa o una persona que no nos representa del todo; mientras que, para otros, se trata de acercarse al prójimo. Es un concepto complejo, que habla de humanidad y de diluir las diferencias. ¿Por «el bien de quién» o «en nombre de qué» queremos emplear nuestro tiempo, nuestras fuerzas y nuestros recursos? Siempre es más fácil hablar del arte de alcanzar acuerdos que ponerlo en práctica. Pero, sobre todo, ¿qué debemos cambiar y adaptar en nosotros para ser genuinamente felices?

Federica Mingolla

SER ATLETA HOY EN DÍA
Ser un atleta profesional en el mundo de la montaña significa, ante todo, encontrar el punto de encuentro entre lo efímero y lo onírico, la intersección de dos ejes fundamentales: el cansancio y la belleza. Sin un nivel correcto de dedicación y entrenamiento, no podrá lograrse.

«El entrenamiento cambia según la temporada. En verano escalo mucho en roca y me paso la mayor parte del tiempo en la montaña y por eso no necesito entrenar más. Pero en invierno me encierro en el gimnasio para tener una buena base sobre la que construir la siguiente temporada. Eso en lo que se refiere a la escalada. El resto del tiempo lo paso esquiando o subiendo cascadas de hielo. Quiero e intento aburrirme lo menos posible».

Ser profesional durante el mayor tiempo posible implica creer en una misma y establecer las condiciones necesarias para salir adelante, en términos de tiempo y recursos económicos. Implica convertirse en comunicadores y sacrificar un poco de ese tiempo dedicado al entrenamiento y a buscar el «perfecto imposible», y emplearlo en comunicar lo que se hace y por qué. Federica sabe de primera mano que todo ello forma también parte del juego, pero le da sólo la importancia justa para no distraerse y tener éxito en lo único que cuenta de verdad para un atleta: emocionarse en la eternidad de un instante del que los demás disfrutarán también de manera indirecta.

Federica Mingolla

SER GUÍA DE MONTAÑA
La preparación y el método constituyen y construyen la experiencia y la autoridad de la figura que acompaña a los demás en la montaña. Ser guía de montaña significa ante todo dos cosas: estar expuesto al peligro y hacerse responsable de la seguridad de los demás. Para Federica, ser guía de montaña también significa enseñar la montaña a quienes no la conocen. Es un trabajo que requiere paciencia, dedicación y constancia, pero que, a cambio, ofrece grandes satisfacciones. Además, a veces permite combinar la vida privada y la profesional, como cuando subes una montaña con amigos y conocidos. Es algo que no ocurre a menudo en la vida de un atleta profesional, que requiere una organización eficaz y que, además, no escapa a las dinámicas clásicas y los compromisos necesarios para encontrar un buen equilibrio en el día a día.

Federica Mingolla

«Me esfuerzo por organizarlo todo para lograr hacer muchas cosas en un mismo día, incluidas las tareas cotidianas, la compra, jugar con el perro o sentarme a trabajar en el ordenador. Intento planificar lo mejor posible la semana, para que todo encaje y, sobre todo, para hacer felices a las personas que me rodean. Encontrar ese «camino del medio» es todo un reto que se repite día tras día. A veces se consigue y otras, no.

La alimentación, del cuerpo y de la mente, tiene un papel fundamental desde este punto de vista.

Dicen que somos lo que comemos. Mi madre me lo enseñó desde bien pequeña y ella lo sabe con conocimiento de causa, porque trabaja como experta en nutrición. No tengo una dieta específica: como bien, evito los alimentos procesados y, cuando como, no me doy atracones (sobre todo porque como con frecuencia). Desde hace poco hago 30/40 minutos de yoga cada día y me viene genial para mi salud mental.

SER MUJER
Ser alpinista y profesional de la montaña, sobre todo cuando lo haces por vocación, es algo que absorbe la mente y el cuerpo por completo. «La montaña te lo da y la montaña te lo quita». Encontrar un equilibrio para no acabar siendo esclavo de uno mismo, moverse por otros ambientes y cultivar otros intereses también requiere a veces alejarse voluntariamente de la montaña. Leer un libro en solitario, ir al teatro en compañía o quedar con personas fuera del mundo de la montaña son todas maneras para que el amor por lo que más nos identifica y nos da tantas alegrías no se acabe y, al contrario, siga creciendo.

Federica Mingolla

«La felicidad es algo que cuesta mucho conseguir y que no dura para siempre. Quizá por eso todos la perseguimos. Como la mayoría de la gente, yo tampoco soy feliz todos los días de mi vida, a pesar de que me dedico a lo que me gusta, pero sí que cada día tomo decisiones que me acercan más a la felicidad que busco. Es algo que me encanta, que me ayuda a dar lo mejor de mí. Para alcanzar la felicidad es necesario llegar a acuerdos. A veces escucho mi instinto y me meto en líos porque no reflexiono lo suficiente. Otras veces me empeño en controlar mi lado hiperactivo para tener tiempo para pensar. Llegar a un compromiso es algo que aún no domino y no he logrado por completo porque, hasta ahora, no es algo que haya necesitado demasiado. Pero estoy convencida de que con el tiempo aprenderé y encontraré mi equilibrio, porque una vida sin compromisos y acuerdos puede hacer que te conviertas en una especie de isla en medio del mar. Y eso es algo que no me va conmigo. Abrirse al mundo y a las personas a las que queremos me parece algo correcto y natural. En eso consiste para mí alcanzar un compromiso: hacer lo que me gusta sin dejar de lado a las personas que me quieren y que me necesitan (igual que yo las necesito a ellas)».

¿Podría ser ese el compromiso más importante y el único que cuenta?
«Yo creo que sí».

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