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EL HOGAR ES UN AMBIENTE

#ATHLETESTORY

La pregunta no es "¿Dónde está tu hogar?". La pregunta es "¿Qué es tu hogar?". Y a veces hay que irse muy lejos para comprenderlo. Simon Messner ha encontrado las respuestas que buscaba en Pakistán, en solitario, en el Geshot Peak.

Un mantra silencioso
Simon cuenta los pasos uno tras otro, entre piedra y piedra, entre serac y serac, concentrándose para no malgastar energía. La oscuridad es negra y densa, de ese tipo que solo encuentras en los lugares más remotos del planeta, donde no hay luces urbanas en el horizonte. Simon se concentra en los números que resuenan en su cabeza, pero sabe que esconden algo más. Detrás hay una frase que se repite como un estribillo, casi como un mantra: "El hogar no es un lugar. El hogar es un ambiente".

"Uno, dos, tres, cuatro..." cuenta Simon metido hasta la rodilla en la nieve del Geshot Peak. "Otros 96 pasos y me paro un poco a descansar".

Una historia que viene de lejos
Estamos en 1970. Si alguien observara la pared Rupal del Nanga Parbat, vería dos figuras humanas, minúsculas en comparación con la imponente exhibición de roca y hielo. Si ese alguien escuchara con atención, oiría a dos hermanos hablar sobre montañas. No hablan sobre la montaña en la que se encuentran, sino de otras más pequeñas, hacia el oeste.

"Oye, Reinhold", dice Günther. "¿Has visto ese grupo de picos de allí? Donde siempre hay nubes". Reinhold asiente protegiéndose los ojos del azote del sol que atraviesa el aire cristalino. "Claro que sí, Günther. No estoy seguro, tendría que mirar el mapa, pero creo que es el Geshot Peak". Günther repite el nombre entre dientes, saboreándolo. "Geshot Peak. Es muy bonito, ¿verdad? A lo mejor deberíamos pasarnos, algún día".

Un asunto familiar
Simon respira hondo, intenta recuperar algo de energía. Falta poco para los 6200 metros de la cima. El sol ha empezado a teñir de rosa la nieve, que sigue sin moverse, pero hay que darse prisa. La nieve no se quedará quieta durante mucho más tiempo y hay que estar atento por si las condiciones empeoran durante el arduo descenso. Simon se pone de pie y dirige la mirada hacia el este, donde dentro de poco el sol empezará a recorrer el cielo, hacia el Nanga Parbat, una montaña que ha dejado una marca indeleble en la historia de su familia.

Ha crecido escuchando historias de hitos del alpinismo y el relato de la desafortunada aventura de Günther y Reinhold Messner siempre remueve algo dentro de él. Es normal: Günther era su tío y Reinhold, su padre. Es una historia a la que está muy ligado, una historia también suya. "El hogar no es un lugar". Vuelve a repetir Simon, un paso tras otro. "El hogar es un ambiente".

Simon Messner

En la cima solo queda bajar
Son las 09:30 y el sol de la mañana brilla en un cielo tan enrarecido que parece negro. Simon se encuentra en la cima del Geshot Peak, totalmente solo. Cinco minutos, lo justo para mirar el panorama, y de vuelta para abajo. Una vez en la cima solo queda descender, primero dentro de uno mismo y después al campo base. Primero hasta el significado de lo que supone ir a la montaña y después hasta alejarse de la propia montaña. En todo caso, sea cual sea el sentido de ese descenso, se trata de una operación delicada que requiere conciencia, atención y concentración.

Simon Messner mira hacia el este y hacia atrás en el tiempo. "Han hecho falta cuarenta años", susurra al viento. "Pero, en cierta manera, vuestra historia ha llegado hasta aquí".

Llega el momento de bajar, esta vez, físicamente. Un paso tras otro, se aleja de la cima, del aire fino, de la belleza increíble y terrorífica de los séracs. Dan paso a la roca, el polvo y, por fin, algunos tramos de resistente hierba. El viento empieza a arrastrar otros sonidos: voces, pasos, puede que hasta canciones.

El aire del hogar
Aparecen rostros con barba, quemados por el sol, con prendas de abrigo pintorescas. Rostros de personas que luchan cada día para poner algo sobre la mesa a la hora de la comida y de la cena. Rostros que no conocen el lujo del agua corriente o la luz eléctrica. Rostros sonrientes, felices, casi emocionados.

Simon al principio no entiende nada. Alguien le pone un collar de flores, otro le ofrece té, comida, muchos le quieren estrechar la mano. Algunas palabras en un inglés improbable le desvelan el misterio: es la primera vez que alguien sube "su" montaña, la montaña de su casa. De ahí la celebración.

Vuelve esa sensación: "El hogar no es un lugar. El hogar es un ambiente". No importa dónde estés: en las montañas de al lado de tu casa o en un rincón perdido de Pakistán, en las montañas de personas muy distintas a ti. Tampoco importa si las personas que te rodean son totalmente diferentes a ti: en cuanto hay alguien que se preocupa de que estés bien, en cuanto tú te preocupas por lo que te rodea, en cuanto se establece ese ambiente, cualquier lugar puede ser tu hogar.

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