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Simon Messner

Momentos para recordar

#ATHLETESTORY

Simon Messner cuenta de su viaje a Pakistán.

Este verano he pasado dos meses enteros en Pakistán, tanto para filmar por allí como para escalar montañas.
Durante el viaje he vivido momentos que recordaré el resto de mi vida. Los he grabado en mi memoria como si fuesen instantáneas:

El 29 de junio de 2019: la salida en solitario una noche estrellada hacia el campo base del Geshot Peak, rodeado de un silencio absoluto; los últimos 50 metros antes de ser el primero en la historia en llegar a la cumbre del Geshot Peak (6.200 m); las fuertes pulsaciones que me acompañaban y que notaba latir hasta en el cuello; y, por último, la larga bajada en solitario.

Doy un salto en el tiempo y me encuentro un mes más tarde en la zona de Baltoro, en Karakórum: estamos en Black Tooth a unos 6.200 m. El segundo vivac en la pared. El terreno está duro. El cielo es una maravilla, se ve la Vía Láctea y el perfil de la cordillera del Karakórum que nos rodea. Si no estuviésemos tan expuestos, sería el lugar más bonito que conozco. ¡Una auténtica pasada!

Un día antes: estamos escalando sin cuerdas una pared helada con una pendiente de 55-60 grados. Estamos cansados, desconcertados. El hielo es de mala calidad, por lo que tenemos que dar cada paso con precisión y colocar los crampones lo mejor posible. ¡Y no resbalarse! Toda nuestra concentración se centra en el ahora y en la esperanza de que no nos dé ningún calambre en el gemelo... Después, el alivio al salir de la cresta.

El día que hicimos cumbre: el sentimiento de felicidad máxima cuando alcanzamos el punto más alto del Black Tooth al mediodía no cuaja. Estamos demasiado cansados para eso. Está nevando y tenemos muy mala visibilidad. Lo único en lo que pensamos es que tenemos que bajar esta montaña! Mis ojos siguen a Martin en lo que desciende hacia las profundidades, hacia la nada blanca. La niebla es tan espesa que no se ve más allá. ¿Vamos por buen camino? De pronto, durante un mero minuto, se despeja la niebla y vemos el inmenso serac bajo nuestros pies. ¡Por suerte vamos por el camino correcto!

Durante la bajada se nos hace de noche: noto de pronto un fuerte tirón en el arnés. Miro horrorizado a Martin a un metro más abajo, que me devuelve una mirada perpleja con los ojos como platos. Se le ha soltado el pitón que había clavado cuando ha querido empezar a rapelar. Por poco nos vamos los dos hasta abajo. «¡Maldita sea, Martin! Nos podríamos haber caído los dos. Hay que ir bien concentrado», le digo sabiendo que él está pensando exactamente lo mismo. Cuando llegamos al campo base son las doce y media de la noche. No pensé que llegaríamos hoy. Las últimas horas las pasamos como en trance, pero lo hemos conseguimos. Nos invade un intenso sentimiento de alivio máximo. De verdad lo hemos conseguido.

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