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Christoph Engl

La montaña no dice nada, pero al mismo tiempo lo dice todo

#SALEWAFACES

Cuando nos bajamos en el aparcamiento, tras haber ido serpenteando las sinuosas carreteras del puerto, todavía nos invade el frío de la mañana. A estas alturas del otoño el aire ya sopla con un frío invernal; sin embargo, los rayos de sol nos deleitarán con un calor agradable cuando atraviesen la niebla alta. Pero todavía queda un rato para eso. Con las manos heladas y el aliento visible en forma de vaho, nos aventuramos por el ligero camino de subida bajo las paredes de los Dolomitas, que todavía siguen cubiertas por la palidez de la mañana.

Nos rodea un silencio infinito. En pleno verano ya habría un ruido que ni en la ciudad a estas tempranas horas de la mañana. Pero en octubre no son tantos los que se atreven a adentrarse entre estas cumbres y valles. Los hoteles ya están cerrados y los turistas ya se han retirado a lugares con menos pendiente para disfrutar del principio de la temporada del Törggele en el Tirol del Sur. Hemos llegado a este majestuoso mundo de montaña en 45 minutos desde Bolzano; esta zona siempre resulta mucho más bonita en temporada baja. Atrás dejamos el primer circo rocoso, superamos con rapidez un pequeño paso en diagonal con un aseguramiento de vía ferrata. Y es ahora cuando los primeros rayos de sol empiezan a acariciar la roca, todavía en sombra. Es un momento de pura felicidad cuando las manos y la espalda empiezan a entrar en calor mientras mantenemos el equilibrio subiendo por este camino ligero, pero no por ello poco empinado. En la montaña siempre hay que estar concentrado; incluso en un día como hoy, en el que combinamos una escalada sencilla con paredes empinadas. Contemplo la vegetación floreciente que bordea parte del camino. Una paleta de colores vivos, que combinan a la perfección con este día de otoño en el que apenas se ve una nube.

Solo en la montaña se pueden afinar y utilizar al mismo tiempo todos los sentidos con tanta intensidad: el olfato, el equilibrio, la vista, el tacto, el oído; como la caprichosa naturaleza está en su estado más puro, todos los sentidos se mantienen alerta. El cuerpo sabe que también puede correr peligro si falla el sistema de alerta temprana.

De vez en cuando nos paramos en medio del camino para contemplar las vistas. ¿Reconozco bien las montañas de los Dolomitas que me rodean? ¿Las puedo identificar, clasificar, ordenar? Hablamos poco, de vez en cuando nos invaden pensamientos que poco después se pierden en el olvido. Me gusta cuando la montaña se convierte en la pantalla de proyección de tus propios pensamientos, donde observarlos cara a cara. La montaña no dice nada, pero al mismo tiempo lo dice todo.

Top of the mountain

Pronto llegamos a la cumbre y a la cruz de acero llena de piedras. ¿Para cuántas fotos habrá servido de fondo este verano? Miramos hacia abajo al Passo Gardena, a Corvara y Wolkenstein, dentro del grupo Geisler y el grupo Sella con el Pischadú justo enfrente. El gran grupo Cir es para mí una de las últimas caminatas rápidas de montaña del otoño, antes de que caiga la primera nevada y termine la temporada en la roca. Hoy también hemos vuelto a llegar solos a la cumbre, y las ligeras ráfagas de viento nos aconsejan que saquemos el abrigo de la mochila.

Por lo menos la bajada es tan bonita como la subida. Por el camino nos encontramos con una pareja, que identificamos rápidamente como autóctonos del valle porque les oímos hablar en ladino. Intercambiamos algunas palabras. En la montaña te das cuenta de que se comparten los mismos intereses y valores. Qué maravilla el día en torno al mediodía cuando nos volvemos a montar en el coche y emprendemos el camino de vuelta a la ciudad. La rutina nos vuelve a absorber, pero lo que hemos vivido en la montaña no nos lo quitará jamás.

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