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FEDERICA MINGOLLA: CARPE DIEM

#ATHLETESTORY

El tipo de escalada que prefiere practicar requiere un mayor juego mental y técnica: se llama «tradicional» o «TRAD» y es el que practicaban los primeros escaladores. Federica Mingolla, la escaladora piamontesa de 27 años y aspirante a guía alpina, cuenta que, para practicar este tipo de escalada, hay que entrar en perfecta sintonía con las rocas y estar mentalmente en forma. De extraordinario talento, Mingolla es una de las alpinistas italianas más destacadas, y sus ascensiones han recibido reconocimiento internacional: es la primera italiana que ha escalado vías importantes y técnicas, como Tom et Je Ris (Verdon), Digital Crack en el macizo del Mont Blanc y, en un mismo día, la vía Attraverso il Pesce en la Marmolada. Este año, ha comenzado la temporada de verano con la ascensión a vista de La cruna dell’ago (8a) en el silencioso Vallone di Forzo en el Parque nacional del Gran Paraíso; en Francia, en la piedra caliza de las Tours d’Areu, la vía Golden Tower (8a); en el granito del Mont Blanc, el famoso techo Ma Dalton (7b/c) y la vía Bellavista en la cara norte de la Cima Oeste de Lavaredo, abierta en solitario por Alexander Huber en 1999 y con una dificultad estimada de 8b+/c.

¿Cuándo y por qué empezaste a ir a la montaña?
Me atrajo la escalada porque siempre he estado en contacto con las montañas gracias a mi padre que me llevaba con él desde pequeña, pero no me había metido a fondo en la verticalidad: hacía esquí alpino y vías ferratas, además de nadar a nivel competitivo. Empecé a escalar bastante tarde, a los quince años, gracias a un gimnasio de escalada indoor de Turín. Incluso llegué a competir, pero me aburrí enseguida, sobre todo tras descubrir la escalada en acantilados. Luego, con 20 años, empecé a hacer un poco de alpinismo, las primeras vías largas, y volví a practicar esquí alpino, el cual había abandonado. Por primera vez vivía el deporte al aire libre y la montaña a 360 grados. Esta elección ha sido fundamental en mi vida y me ha permitido llevar un estilo de vida único. Subía a la montaña sobre todo con una guía alpina que había conocido en el gimnasio, la cual me tomó bajo su protección porque vio en mí algo que yo todavía no había visto.

¿Cuál es la peor parte de ser alpinista?
¡Que no vas a la playa! Bromas aparte, es cierto: te concentras de tal manera en la montaña y en tus proyectos, que, a veces, te olvidas de que no solo existe eso, de que hay más cosas en la vida. Es importante encontrar un equilibrio entre tu pasión y las personas a las que quieres, además de cultivar otros intereses. Durante muchos años, me centré en el alpinismo, ya que sentía un fuego dentro de mí tan grande que quería hacer todo y enseguida. Ahora, me encuentro en la siguiente fase. Me he dado cuenta de que no solo puede existir eso, sino que hay otras maneras de sentirse satisfecha en la vida y crecer que no tienen por qué estar vinculadas a la montaña. Por eso, me estoy dedicando a otras cosas, como a viajar. Esto es algo que todos los alpinistas deben entender, porque al final acabas agotada física y mentalmente si no te concedes un momento de tregua. He llegado a esta conclusión también gracias al accidente que tuve: pasé dos meses parada, de los cuales un mes y medio en silla de ruedas. Para una persona hiperactiva, como yo, que no está quieta ni un segundo, ha sido duro, y he tenido que reflexionar sobre muchos aspectos de mi vida. Al fin y al cabo, no solo existe correr, escalar y hacer actividades al aire libre. Hay mucho más. Si hay personas que logran ser felices incluso sin poder mover las piernas, yo también puedo serlo, aunque no ha sido fácil. Esta es la peor parte de ser alpinista.

Federica Mingolla

Hablemos de la vía Bellavista en la Cima Oeste de Lavaredo (Dolomitas): ¿cómo surgió la idea de ascenderla? ¿Cómo te has entrenado después del accidente para estar en forma? ¿Qué vías has ascendido para prepararte?
Varias personas me habían preguntado por qué no la había probado, y acabaron despertando mi curiosidad. Es una vía considerada difícil, una locura de sitio, pero siempre había pensado que no me interesaba porque prefiero escalar en granito y creía que no estaba preparada del todo. Después, ascendí Alpenliebe, en la Cima Oeste de Lavaredo, y me encantó. Así que, dos años después, en el 2021, cuando ya tenía el nivel para ascenderla, decidí ponerme a prueba en esta obra maestra que abrió en solitario Alex Huber en 1999. Después de dos días había completado todos los largos, excepto los de 8c y 8a. Me encontraba bien y estaba convencida de que lo podría haber conseguido si hubiese tenido algún día más. Por desgracia, mi compañero tuvo que marcharse para atender otras obligaciones y, pocos días después, me rompí los dos talones. Aunque igual fue mejor así, porque en esa época, en agosto, venía el viento del suroeste, que humedece las presas y resulta imposible mantenerse pegada. Más tarde me enteré de que allí hay que escalar cuando el viento viene del noroeste. Después de recuperar la forma física tras el accidente, el jueves 16 de junio de este año volví con otra persona. Las condiciones eran las adecuadas, ya que había viento del noroeste, sentía las presas, pero la primera vuelta que di en la vía fue un desastre, sentía que no tenía resistencia, sentía que era como otra persona. Desde que tuve el accidente, algo cambió en mi forma de escalar, que todavía no sé muy bien qué es, pero ha sido fundamental para lograr ascender la vía después. Creo que se trata de algo mental, no creo que sea más fuerte que antes, así que evidentemente se ha desbloqueado algo a nivel psicológico. Volví a escalar solo tres meses después de la caída, en vez de los cuatro o cinco meses que me había recomendado el médico, y completé un 8c+. Durante la rehabilitación, me daba pánico pensar que cuando volviese a escalar me diese miedo volar, ya que me había lesionado al caerme de la cuerda. Por eso, decidí pasar un mes en España para escalar y hacer pequeños vuelos para volverme a acostumbrar a la sensación de dejarme caer al vacío. Y, al final, conseguí volver a ser capaz de gestionar estas sensaciones horribles y los flashbacks del accidente. En Bellavista también tenía un espíritu diferente comparado con el año anterior. No tenía miedo, pero el primer día no fue bien porque no estaba acostumbrada a escalar en precipicios y acababa de volver de diez días de anclajes, limpieza y ascensión en Kósovo, y estaba un poco cansada. Habría preferido descansar al día siguiente, pero mi amigo me convenció para volver porque era el día con las mejores condiciones. Por la noche, me tomé todas las sales, las vitaminas y los integradores que tenía, pero por la mañana me desperté todavía cansada y, además, por la noche no paró de llover, con truenos incluidos. De todas formas, decidimos emprender la vía. Me enfrenté a los primeros tramos de cuerda despacio, con cuidado de que no cayese ni una piedrecita, con un poco de miedo por los anclajes lejanos y las presas que se podían caer de un momento a otro. Supero el bloque y me doy cuenta de que, comparado con el día anterior, consigo descansar bien, mi cuerpo conseguía recuperarse, igual porque me acordaba de los pasos. Cada tres o cuatro cintas exprés hay un medio descanso que te permite estirarte un poco, y así, al proponerme pequeños objetivos, me encontré en la cadena. Fue una de las pocas veces en mi vida en las que grité de alegría. Fue como una liberación, al contrario de lo que suelo hacer, ya que cuando escalo soy bastante introspectiva. Cuando hago algo que para mí es ir al límite, no lo dejo ver, no me gusta montar un espectáculo. Me costó especialmente por las cuerdas que no venían, y luego también el contexto cambia un poco las sensaciones que tienes escalando, pero estaba satisfecha por haber ascendido en libre todos los tramos de cuerda difíciles, solamente después de un día en la pared. Nik me alcanzó superrápido en la estática y así emprendimos la progresión solo con el material necesario y una mochila ligera. Recorrí el 8a en poquísimo tiempo: después de un tramo de cuerda tan largo y difícil, incluso un 8a parece fácil. Después decidimos bajar tras las dificultades, donde la vía se une y sigue la histórica vía Cassin, porque Bellavista estaba empapada tras el terrible temporal de la noche anterior, y yo no quería arriesgar, aunque me dio mucha pena no subir a la cima del Lavaredo. Alcanzar la cumbre habría sido una gran satisfacción, la guinda en el pastel tras un recorrido tan bonito en una pared así, pero, después de lo que he pasado, creo que arriesgar la vida por unos tramos de cuerda de grado V no vale la pena. Tras dos horas de bajada complicada, regresamos a la base. Puede que vuelva otra vez para probar Panorama, que es otra vía de Alexander Huber en la cara norte de la Cima Oeste, que también ha despertado mi curiosidad. De todas formas estoy contenta. Mi objetivo era conseguir escalar Bellavista sin miedo y con serenidad, y lo he conseguido.

¿Cómo os enfrentasteis a la pared a nivel logístico?
Ascendimos todos los diez tramos de cuerda desde abajo. Las cuatro veces que hice la vía empecé desde abajo, porque pensaba que si conseguía hacer el tramo de cuerda, me habría gustado haber completado los largos anteriores.

¿Qué es lo primero que te viene en mente cuando hablo de «estética del alpinismo»? ¿Crees que «la estética» es importante para el alpinismo?
Para mí lo es todo: me guío muchísimo por la estética, incluso más que por la dificultad. Me ha venido en mente el cerro de Fitz Roy, que es una preciosidad y es el sueño de cualquier alpinista recorrerlo al menos una vez en la vida. Incluso los gestos atléticos son muy importantes. Por eso, prefiero escaladores más técnicos que físicos, como Manolo, que son una maravilla de ver. Yo no tengo mucha fuerza, así que soy más técnica que física: uso los talones cada dos segundos; es mi manera de ascender. Cuando me rompí los talones, estaba desesperada porque creía que no podría ascender nunca más. Y, al final, estoy usando los talones estupendamente.

¿Cuál es tu producto Salewa preferido y por qué?
Es la chaqueta de plumón Agner Hybrid que tiene una capa acolchada en el pecho, mientras que las mangas son de un tejido Softshell perforado que ofrece transpirabilidad. La mía es azul, mi color preferido. Además, cuenta con un bolsillo lateral que sirve para guardar la prenda plegada y meterla dentro de la mochila. Resulta muy cómodo. Me gusta mucho porque la puedes usar como jersey, chaqueta o cortavientos, y protege bien la parte del pecho. También es ligera y la puedes colgar del arnés, tiene todo lo que quiero cuando no sé qué chaqueta elegir entre miles de opciones.

¿Cuáles son los próximos proyectos a corto plazo?
En agosto me voy de viaje con Nicolò Bartoli. Abriremos nuevas vías en Kirguistán, que está considerado como la Patagonia asiática por las inmensas paredes de granito que recuerdan a la Patagonia, aunque no sean glaciares increíbles, sino ventisqueros.

¿En qué persona te gustaría reencarnarte si hubiese una siguiente vida?
Más bien me reencarnaría en un águila. No me gustaría reencarnarme en mi animal preferido, el oso polar, porque son tiempos difíciles para él.

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