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Christian Lutz

LA ADRENALINA DE VOLAR

#SALEWAFACES

Me llamo Christian Lutz y soy el responsable de marketing de Salewa en Europa Central. Soy oriundo de Stuttgart. Mi primer contacto con la montaña fue cuando era pequeño, durante las vacaciones de senderismo en verano y las excursiones de esquí en invierno.
Después de cambiar de residencia entre Londres, Delhi, Berlín y Colonia, al finalizar la carrera de ciencias del deporte, lo tuve muy claro: quería trabajar en el sector Outdoor y vivir lo más cerca posible de las montañas. Esos gigantes de piedra me proporcionan paz y fuerza, a la vez que ofrecen desafíos, así como experiencias solitarias y compartidas.

En los últimos años, he descubierto cada vez más mi pasión por el esquí y el esquí de montaña. ¡Sin olvidar la bicicleta y el montañismo en verano! Para mí, lo más importante en todos los deportes es la combinación de esfuerzo, desafíos técnicos y, por supuesto, diversión; sobre todo, en la velocidad de descenso.
Desde hace unas semanas, he estado en el aire en repetidas ocasiones: el parapente me ha enganchado. Me llevo el material una y otra vez en mis ascensiones para después poder sobrevolar el valle como recompensa. El aire es un elemento totalmente nuevo para mí. Con el parapente entran en juego muchos aspectos desconocidos. Todo es mucho más intenso. Tan solo la automatización de la teoría ya requiere mucha práctica.
La escuela de vuelo Freiraum de Ruhpolding y su propietario Achim Joos, ganador de múltiples premios, se han convertido en un socio fiable para mí. Aquí me puedo dedicar de pleno a conseguirlo. La confianza en el material y en las propias habilidades aumenta con cada vuelo.

Al principio hicimos una extensa sesión teórica de iniciación, que incluyó el tema del equipo.
Luego, pasamos directamente a la pendiente de práctica: tender el parapente, ordenar las líneas, ponerse el arnés y controlar el parapente y las líneas. A continuación, aprendimos a levantar, controlar y acelerar el parapente. Y, finalmente, a aterrizar: quitarse el parapente, comprobar las líneas, plegar el parapente. Y de vuelta arriba a la pendiente de práctica. ¿Momentos edificantes? La primera vez que solo sientes aire bajo tus pies es una sensación alucinante. Quieres más, volver a despegar, volver a planear. Cada vez tienes más ganas de intensificar esta experiencia. Cada vez que lo intento de nuevo, la pendiente de práctica se sitúa un poco más arriba. Esto implica que el tiempo en el que veo el suelo volar bajo mis pies se extiende. Ahora, ha llegado el momento de optimizar el aterrizaje para obtener más seguridad y conseguir una rutina.

Tras el curso básico, llega la segunda fase de práctica, que me permite flotar por primera vez a 120 metros de altitud. 1 minuto de vuelo: ¡una sensación tremenda! Sin embargo, todavía estoy muy lejos de alcanzar el estado meditativo de relajación. Solo porque mi instructor da ordenes por radio constantemente.

En el monte Unternberg, en Ruhpolding, desciendo volando mis primeros 650 metros de altitud. Un gran día para mí. La noche anterior no puedo dormir bien. La emoción, la tensión y el respeto por el próximo vuelo me mantienen despierto durante mucho rato. Por la mañana, no necesito ni el despertador. Totalmente despierto y con energía, a las 10 en punto ya estoy en el punto de salida. Tengo el corazón desbocado, pero hay que esperar: ¿en qué momento el viento es perfecto para despegar? ¿Es demasiado fuerte, demasiado débil? ¿Viene de la izquierda o de la derecha? En definitiva, es lo que determina cuándo empezar. Este día, espero un total de dos horas. Y, entonces, llega EL momento.
Bajo las indicaciones del instructor de vuelo, salgo corriendo y me encuentro volando por primera vez a tanta altura. Un sentimiento extraño e indescriptible. Una nueva emoción. No es comparable con la sensación que provoca descender por una pendiente pronunciada en invierno.

Sobre mí, hay un «trapo fino», la tela que controlo con unas cuerdas gruesas como el cable de un cargador de teléfono. Es más, estoy colgado de ahí y tengo que confiar en él. No hay vuelta atrás, ya estoy en el aire y el campo de aterrizaje está a 500 metros debajo de mí.
Me llega un motivador y tranquilizante mensaje de radio: «Christian, bien hecho. Disfruta el vuelo». Gracias, Achim. Eso me hace sentir mejor. De hecho, es exactamente lo que hago: disfrutar el momento en el aire. Entre el cielo y la tierra. Sintiéndome lejos de todo.

Más tarde, bajo las indicaciones del instructor de vuelo, el aterrizaje sale perfecto. Después de esta experiencia, finalmente he tomado la decisión: a partir de ahora, esto formará parte de mi tiempo libre. Quiero más. ¡Volar es una descarga de adrenalina, es adictivo!

Mientras tanto, ya me he comprado un parapente ligero y un arnés (Masala3 und BREEZE von Skywalk) para seguir con la formación en el Unternberg, he aprobado el examen teórico y aún me quedan por hacer unos 15 vuelos para poder examinarme de la parte práctica.

Aunque todavía soy un volador novato, ya tengo una prenda favorita: el Pedroc Hybrid PTC Alpha Vest de Salewa; porque puedo usarlo en todos los deportes, tanto cuesta arriba como cuesta abajo. Es extremadamente transpirable y, además, ofrece una excelente protección contra el viento.

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