apeninopop-title apeninopop-title

APPENNINOPOP

No solo música, sino pasión por la montaña y el ambiente

#SALEWAFACES

Las llaman zonas interiores, marginales, deprimidas.
Dicen que por aquí no hay nada.
Pero, si aquí no hay nada, ¿dónde está todo?
¿Qué quiere decir todo?

A nosotros, los seres humanos, ¿nos basta con nosotros mismos?
Con nuestros coches, nuestras manías, los supermercados, el bolso, las prisas en coche, el teatro…
O los minimarkets, las cremas bronceadoras con caroteno, la pasta al pesto, los ordenadores, las tintorerías…
Bueno, pues yo creo que no.
Creo que no nos basta con nosotros mismos.
Creo que necesitamos también todo lo demás.
Lo demás: lo que no hemos creado con nuestras manos.
Hablo de los árboles, las montañas, el cielo, la oscuridad…
El silencio.
Entonces, ¿cómo podemos decir que en la montaña no hay nada?
Creo que nos estamos equivocando.

En parte por decir, en parte por convicción, estas zonas las queremos llamar zonas alegres. Lugares en los que ocurren cosas útiles, donde hay movimientos tanto antiguos como modernos. Donde el pasado se encuentra con el futuro.
El futuro: un colinabo, una planta de vid Mostarino, una manzana Carla, una estufa, la leña que preparar todos los años, la oscuridad, los sonidos de los habitantes nocturnos entre los que encontramos rapaces, anfibios y algún que otro chaval que de tanto en tanto pasa en coche con la música a todo trapo.
El futuro sin duda también debe encontrarse en estos lugares, donde todavía encontramos las instrucciones para que acontezcan las cosas más elementales y necesarias de la vida. Una huerta, un vino, una pila de leña…

A veces, me da la impresión de que estos lugares no le interesan a nadie.
Nadie habla de ellos aparte de algún programa de algún canal local o tele regional que los describen como territorios abandonados a su suerte, donde es muy difícil vivir, habitados por ancianos y algún que otro héroe que resiste, o bien por algún joven naif que intenta llevar una vida alternativa y extravagante criando vacas de carne o haciendo queso.
La narración clásica es precisamente esta: un desierto en el cual sobrevive algún hombre que libra su propia batalla cotidiana en las montañas.
Héroes destinados a desaparecer.
Pero esta es una visión que espectaculariza los pueblos de las montañas, los convierte en obsoletos, viejos, sin perspectiva.
En realidad, estos lugares son extremadamente ricos, sin duda muchas veces abandonados, pero existe una creciente migración de la ciudad que está haciendo que cada vez estén más poblados y llenos de proyectos de calidad, que miran hacia el futuro y gracias a los cuales, conseguimos vislumbrar prosperidad en estos valles.
Los habitantes de los Apeninos hoy en día son personas que han nacido en el pueblo, hijos de padres que han construido pueblos y arado kilómetros de pequeñas parcelas de tierra.
Pero también gente que viene de la ciudad, como yo, o personas que han dejado un buen puesto de trabajo en la metrópolis para construirse una vida más fiel a sus ambiciones y necesidades.

Vidas más lentas, cercanas a las estaciones, a la comida de calidad, a las plantas y a los animales, no por eso menos conectadas con el mundo gracias a la tecnología.
Mediante la tecnología, hoy en día, se pueden llevar vidas rurales, campesinas o sencillamente en el campo, permaneciendo constantemente en contacto con el mundo entero gracias a Internet.
Es la primera vez que esto ocurre en la historia de la humanidad, y creo que pueda representar una valiosa oportunidad para hacer que la vida en la montaña sea menos difícil, menos aislada.

Los Apeninos que hemos visto están compuestos por mujeres y hombres que están en la montaña de forma parcialmente inédita, gente que conecta con otras realidades del territorio, que crea productos de calidad, que prioriza el comercio local, que nutre la comunidad, que hace teatro, cultiva cereales, que toca el acordeón, que organiza fiestas con DJs que pinchan música electrónica.
Digamos que, a diferencia del pasado, quien vive en la montaña hoy en día, ha elegido vivir en estos lugares y no en otros y, en consecuencia, esta elección implica también un valor social y político.
En cierto modo, el hecho de vivir en la montaña puede representar incluso una declaración de no pertenencia a ciertas lógicas de hoy en día, derivadas del sistema capitalista en el que vivimos y que se manifiestan con mayor fuerza en la ciudad más que en la montaña. Vivir en la montaña, por tanto, quiere decir también no querer formar parte de un sistema del que no compartes ciertas lógicas y prácticas.

Las mías son tan solo hipótesis, reflexiones, y como tales, están sujetas a cambios, incluso radicales, útiles quizás para progresar en el gran discurso que concierne todas las zonas no urbanas de Italia.
Zonas únicas, extremadamente ricas en biodiversidad y cultura, zonas donde quizás es posible llevar una vida más humana, más dulce.

apeninopop-2 apeninopop-2
apeninopop-1 apeninopop-1
apeninopop-4 apeninopop-4
apeninopop-3 apeninopop-3