greenland-top greenland-top

EDOARDO SACCARO

Aventura con Mingolla - Groenlandia

#SALEWAFACES

«¿Cómo se escribe? No lo encuentro en Google Maps...» Todos mis amigos me hacían la misma pregunta cuando les hablaba de mi aventura en yate por Groenlandia. También me preguntaban: «¿Pero está todo cubierto de hielo?», «¿Pero allí hay montañas?», «¿Pero allí se escala?», «¿Pero qué vas a hacer allí?». Nadie tenía ninguna experiencia ni recuerdos sobre esta isla a las puertas del norte helado, ni siquiera los que en su época habían sido bomberos paracaidistas en Canadá. Nadie daba un duro por este proyecto. Pero, por otro lado, tengo que admitir que mis respuestas tampoco eran demasiado convincentes. He dado mil excusas en vez de admitir que el tiempo para prepararme ha sido bastante limitado y la lista de tareas interminable, comprar vuelos, pesar maletas, hacer y deshacer.

Por fin nos ponemos en marcha, sin preocuparnos demasiado por lo que nos depara el mañana. El viaje dura tres días y requiere avión, helicóptero, barco y muletas para llegar al fiordo de Tasermiut (así se escribe). Las muletas, con un papel fundamental en esta historia, son necesarias para superar un tramo dificilísimo que cae desde un boulder hasta Valsavaranche. De todas maneras, ni las muletas detienen este viaje.

El fiordo de Tasermiut ofrece un entorno salvaje e impresionante, con un aislamiento total. Parece que el primer día durara lo mismo que el primer mes de nuestra aventura. Naturaleza impoluta y paisajes de cuento de hadas, ni una sola construcción a la vista y un silencio sobrecogedor. Practicamos algunas vías para entender a qué nos enfrentamos, charlamos un poco con los que han llegado hasta aquellas latitudes para saborear el espíritu de la tierra verde que tanto impresionó a los vikingos. Puede que ese sea el secreto de esta tierra septentrional: tú no la conquistas, sino que es ella la que te subyuga mientras te permite llegar hasta donde desea. Con métodos retorcidos y duros, se abre paso poco a poco, tentándote con promesas de horizontes increíbles a los que sueñas con aproximarte y que en realidad están compuestos de entornos brutales, con condiciones meteorológicas bellas y terribles al mismo tiempo, que te caen encima y elogian tus ganas de avanzar pero que te sacan de dentro todo lo que traes en forma de experiencia.
Nada es superfluo: todo vuelve y te sorprende, aproximaciones interminables, paradas forzadas a causa del mal tiempo, rocas que agrietan dedos y piolets y lobos que aprovechan los restos de las partidas de pesca. En este entorno, resultan raras hasta las cuatro palabras que intercambiamos en los idiomas más raros con los pocos seres humanos con los que nos cruzamos. La lengua universal de los gestos (¡estupendo invento!), compartir comida deshidratada, comida fresca, agua tibia (que no se debe malgastar nunca en abluciones inútiles) y fuego (que ayuda una barbaridad a perder la vergüenza a hablar en otros idiomas). Te das cuenta de todo lo que te ha ayudado a llegar a la base del Nalumasortoq, en la pared sur, impresionante, bellísima y nunca vencida (y supongo que hay un motivo de peso para ello).

Las noches se hacen más largas, aumenta el frío y la pared a menudo nos rechaza. Hay pocos periodos de buen tiempo, las caminatas son interminables, con muchísimo peso a la espalda, las noches son incómodas, los dedos se hielan, ponerse las protecciones resulta casi imposible, el viento no para nunca, te tiene en vela dentro de la tienda y ves tu propio cansancio reflejado en los ojos de los que te rodean. La imagen de una persona fuerte, decidida a completar la vía, que no cede y soporta sin quejarse la falta de higiene personal durante las largas jornadas en la pared y las cortas noches roncando en el poco espacio que comparte con el material y el equipo. Solo la alegría al llegar a la cima, tras ocho días atados, da idea de la satisfacción, la tensión, el esfuerzo y el cansancio acumulados.
Lo que queda de esta aventura, más allá de las fotos de la «conquista», las paredes, las vistas, los amaneceres, los atardeceres y las auroras boreales que compensaban con creces las noches de insomnio, es el saber que he participado en una aventura que me ha permitido conocer entornos y personajes totalmente distintos. Desde los que se van hasta allí para hacer trekking de lujo hasta los que sobreviven en soledad y pobreza, pasando por los que no se separan de lo superfluo porque podría servirles en el próximo viaje y los que te ofrecen hasta su propia cena. Me gusta recordar los días pasados jugando a las cartas con los amigos franceses, cocinando con los italianos que se unieron a nosotros, los paleontólogos americanos de visita a ese rincón del mundo, los fotógrafos suizos y ese pescador que me regaló su gorro después de charlar un rato en «groenlandés» sin esperar nada el uno del otro.

greenland-1 greenland-1
greenland-5 greenland-5
greenland-3 greenland-3
greenland-2 greenland-2