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Gavin McClurg

¿A la tercera va la vencida?

#REDBULLXALPS

La Red Bull X-Alps es la carrera de parapente más difícil y espectacular, además de la competición de aventuras más salvaje e increíble del planeta. He participado dos veces, tengo experiencia y puedo confirmarlo: es una verdadera salvajada. Se la conoce como «la carrera de aventuras más dura del planeta» porque... porque básicamente lo es. Las reglas son sencillas: volar en parapente o llevarlo a la espalda desde Salzburgo hasta Mónaco, a través de una serie de puntos épicos que atraviesan los Alpes en zigzag. Desde su creación en 2003, la carrera se ha vuelto cada vez más larga y dura. En la carrera de 2017, se eliminó a cinco atletas (se echa al que llega último cada 48 horas), siete se retiraron por lesión o cansancio y solo dos llegaron a la meta de Mónaco. Tienes 12 días para completar el recorrido (pero no te hagas ilusiones, porque solo el 11 % de los participantes consigue terminarla). En esos 12 días subes al menos cuatro veces el equivalente a la altura del Everest, recorres más de una maratón al día (con todo el equipo a cuestas) y vuelas una y otra vez en condiciones que dan bastante miedo.

Las estadísticas llevan siempre a la misma pregunta: ¿a qué clase de loco se le ocurre participar? Durante muchos años me hice la misma pregunta. Aprendí los fundamentos del parapente y me saqué la licencia de principiante en 2006. En 2007, Bruce Marks, mi compañero de vuelo, me habló de la carrera y me enganché en cuanto empecé a ver los vídeos en directo. Pero seguía sin tener sentido: ¿volar y correr con un tiempo malísimo atravesando todos los Alpes? ¡A quién se le ocurriría!

En 2011, mis capacidades con el parapente habían mejorado hasta el punto de que ya podía ver la carrera y entender cómo los pilotos lograban atravesar esas distancias tan enormes (a veces superiores a los 200 kilómetros en un solo vuelo) con térmicas y prácticas para orientarse durante el vuelo, pero la parte en el suelo seguía pareciéndome no solo horrible, sino francamente imposible. Cuando no se puede volar, los atletas más rápidos recorren casi 100 km en un solo día. Y no hablamos de una carrera en llano, con buen tiempo y una botella de agua a mano. Se trata de carreras a través de la lluvia, las nevadas o un viento de mil demonios, con 10 kilos a la espalda, subiendo y bajando por los Alpes.

En el otoño de 2014, Will Gadd, el mítico atleta de Red Bull, y yo unimos fuerzas para cruzar las Rocosas canadienses hasta la frontera de EE. UU. en parapente. Me había dedicado a perseguir ratos en el aire como un loco, pero la X-Alps seguía estando muy lejos de mi alcance. Will había competido en la primera edición de 2003 y mencionaba a menudo durante nuestra expedición que desde la carrera no le gustaba demasiado caminar con una mochila a la espalda (como la mayoría de los competidores de ese año y de todos los posteriores, no llegó a Mónaco). A los pocos días de empezar el viaje, le comenté a Will que había solicitado un puesto para la carrera de 2015. Me rogó que no lo hiciera. «Después de la carrera, el pie tardó un año en curarse. ¡Un año! ¡Ni se te ocurra hacerlo!» Tardamos 18 días en completar la expedición y supuso solo una pequeña fracción de lo que sería la X-Alps, pero el vuelo fue todo un desafío, a ratos traicionero. Estaba desarrollando una gran tolerancia a los vuelos en malas condiciones, algo necesario para la carrera. Cuando volví a casa desde Canadá, recibí la noticia: me habían dado un puesto en la edición de 2015. La sensación de felicidad inmediata se vio eclipsada rápidamente por una ola de nervios. ¿Tendría alguna posibilidad? ¿Acabaría haciendo el ridículo y siendo eliminado? ¿Aguantarían mis rodillas? No era ni de lejos un atleta de resistencia y, sin embargo, me acababa de apuntar a la que es posiblemente la carrera más dura del mundo. ¡¿En qué estaba pensando?!

Diez meses después, estaba en la playa de Mónaco con Bruce (experto en apoyo de vuelo), Ben (entrenador físico y experto en carreras) y una botella de champán. Habíamos acabado en octava posición y fuimos el primer equipo estadounidense que lograba llegar a Mónaco desde que se creó la carrera. En diez días y cuatro horas, había recorrido casi 500 km por tierra y había volado cerca de 1400 km. Parecía que me habían pasado los pies por una trituradora. La mañana siguiente, Bruce tuvo que llevarme hasta el baño, porque yo no podía caminar. Pero en nuestras mentes solo había sitio para una idea: la carrera de 2017.

Para la de 2015 había entrenado a niveles absurdos, pero en 2017 ya no éramos novatos: sabíamos exactamente lo que teníamos por delante y podíamos entrenar de manera inteligente. Me hice una serie de análisis y pruebas, y cambié mi dieta para reducir la inflamación por las noches (y los problemas en los pies). Ben seguía poniéndome una carga terrible de entrenamiento, pero la ajustamos para que mi cuerpo se hiciera más resistente a las lesiones y se recuperara con mayor facilidad. Optimizamos nuestra tecnología (mapas, dispositivos, rutas, instrumentos, fuentes climáticas, etc.). Acudimos a asesores profesionales del sueño. Pasamos otros dos años entrenando y estudiando en los Alpes. Además, como teníamos el mismo equipo, cometíamos menos errores y nos reíamos más, algo que resulta fundamental.

Y nos reímos mucho, pese a que el resultado fue bastante decepcionante. Un tiempo horrible y una carrera que zigzagueaba más de lo normal por la cresta de los Alpes (¡a través de siete países!) dieron como resultado la edición más difícil hasta el momento. Cuando llegó el decimosegundo día y terminó la carrera, solo dos atletas estaban en Mónaco y yo había tenido que correr dos maratones seguidas para mantenerme un paso por delante del tenaz equipo canadiense y llegar en el puesto 14. Estaba muy lejos del podio al que aspirábamos, pero, igual que en 2015, fue toda una aventura.

En junio de este año, Team USA 1 viajará hasta Europa para competir por tercera vez. No hay dos vuelos con parapente iguales y lo mismo ocurre con esta carrera. La ruta será distinta y el tiempo, también. Tendremos desafíos y peligros distintos. Y este año hemos perdido a Bruce en un trágico accidente (no vinculado al parapente) por lo que nuestro equipo no será el mismo. El duro entrenamiento para la carrera empezó en septiembre y cada mes será más duro, hasta las tres semanas previas al pistoletazo de salida. Para Navidad, será ya un trabajo a tiempo completo. Pero el ganador de la carrera es siempre el mejor piloto, por lo que el entrenamiento de vuelo es vital. El o la que consiga (porque este año dos mujeres participan en la carrera) recorrer por aire el mayor número de kilómetros y cometer el menor número de errores se llevará la gloria. El atleta de resistencia más rápido acabaría destruido en la X-Alps si no echa a volar en algún momento. Y por eso la X-Alps es única. Los requisitos físicos, incluso cuando las condiciones para volar son buenas, siguen siendo una locura. A ellos hay que añadir el estrés de volar en condiciones de todo menos óptimas, con muy poco descanso y tiempo para recuperarse, y las infinitas decisiones que tanto el atleta como su equipo de apoyo tienen que tomar (el equipo a menudo acaba durmiendo menos que el atleta). Así es fácil comprender por qué la X-Alps es un universo distinto.
Pero lo curioso es que es también increíblemente divertida. Durante casi un año tienes una única meta: fortalecerte y volar tanto como sea posible. Es una sencillez que resulta adictiva. Luego llega el pistoletazo de salida y te adentras en un juego tan absurdo como increíble que dura 12 días, que te lleva a niveles físicos y mentales que normalmente (y por razones obvias) son muy difíciles de alcanzar. Siempre que consigas centrarte en lo que has logrado y no en lo que aún queda por alcanzar, los kilómetros van quedando atrás y, cuando menos te lo esperas, lo que parecía imposible deja de serlo, todo se ha terminado y lo único que quieres es: No. Parar. Nunca.

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